martes, 5 de noviembre de 2013

Qué hay de nuevo en Colitis Ulcerosa y Enfermedad de Crohn


Más preguntas que respuestas

Cuando intento profundizar en los orígenes y las causas de las enfermedades inflamatorias de intestino (EII) me topo con explicaciones cada vez más complejas y contradictorias.

Se piensa en las EII como enfermedades "infecciosas", se atribuyó al bacilo paratuberculoso la posibilidad de provocar Enf de Crohn. Nunca se pudo comprobar ese origen aunque algunas veces se puede aislar -con enorme paciencia y dificultad, algún bacilo emparentado con la tuberculosis. La terapia con drogas antituberculosas no cambia en absoluto el curso de la Enf de Crohn. Lo mismo ocurre con la colitis ulcerosa. Hay numerosos especialistas que comienzan a tratarla con antibióticos de amplio espectro, logrando en algunos casos aminorar los síntomas por algunos días, síntomas que retornan al poco tiempo.

Otros piensan en las EEI como enfermedades "autoinmunes" y por lo tanto tratan de bajar la inmunidad mediante drogas que se usan en los trasplantes de órgano o en enfermedades oncológicas. La efectividad de estas estrategias es muy baja y los riesgos son enormes.

Hay algunos que investigan orígenes "genéticos" de las enfermedades sin que hasta hoy se haya encontrado algún elemento o patrón que las explique, salvo algunos indicios que todavía no alcanzan como para armar una explicación consistente.

Lo que si sabemos con seguridad es que se trata de un complejísimo diálogo entre muchos compartimientos y sistemas del cuerpo.

El diálogo se establece entre el sistema nervioso y el intestino, en el intestino entre la pared, la mucosa, las bacterias, el moco, las hormonas, los alimentos y aparentemente una número importante de otros factores.

Por ello cuando se intenta reducir el problema de la colitis ulcerosa al ámbito del intestino grueso y lograr una "curación" mediante su amputación, el cuerpo le responde a los cirujanos unos meses después reapareciendo la enfermedad en su plenitud, explicando en un lenguaje muy simple que el problema no se soluciona eliminando el órgano sino que se trata de una situación más compleja que involucra al organismo como un todo y no solamente al órgano intestinal.

Surge Una Nueva Esperanza                                                                          

Desde hace varios años sabemos que el patrón de bacterias que habitan en el intestino de un paciente inflamado es notablemente diferente al de un intestino no inflamado. Recientemente se ha comenzado a interpretar que esta alteración en la composición bacteriana puede tener mucha importancia en el mantenimiento de la inflamación. Hay varios investigadores en el mundo que han comenzado a jugar con la posibilidad de modificar la flora bacteriana en el intento de recuperar el balance de la misma.

En ese sentido se ha intentado usar los antibióticos que han mostrado más fracasos que éxitos, los probióticos, que nunca han podido modificar significativamente la población de bacterias y finalmente el transplante de materia fecal que está generando muchas sorpresas y gran interés en varios grupos médicos.

Respecto a esta última técnica aún existen más preguntas que respuestas. Lo que sí se sabe con seguridad es que si se escoge y se estudia correctamente a los dadores, el método carece de riesgos y los resultados superan ampliamente las cifras de recuperación que se obtienen con los otros métodos descriptos anteriormente.

Aún se ignora qué es lo que contiene la materia fecal de un donante sano que permite mejorara todos los síntomas de la inflamación y como han demostrado algunos investigadores, hacer desaparecer la inflamación con la aplicación prolongada del método. Lo que si podemos intuir es que la materia fecal se comporta como un "órgano" casi tan complejo como el hígado, que si se manipula e inserta con cuidado permite transformar esa población alterada de bacterias en un perfil mucho más parecido al de un individuo sin inflamación.

El método es seguro y no se han reportado complicaciones en los varios miles de pacientes tratados.

Aún resta mucho por aprender del mismo pero es el recurso más inocuo y quizás el más eficiente con el que contamos hasta el momento para tratar el problema creciente de las enfermedades inflamatoria.

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