martes, 3 de junio de 2014

Excelente Articulo del Maestro Francisco Guarner en el Diario Español La Vanguardia

"Al curar unas enfermedades hemos propiciado otras"/Francisco Guarner, publica una investigación mundial sobre el intestino en 'Nature'
 


Francisco Guarner, publica una investigación mundial sobre el intestino en 'Nature'

"Al curar unas enfermedades hemos propiciado otras"

31/05/2014 - 00:00
Foto: Ana Jiménez
 
Tengo 64 años: cuido mis bacterias y estoy sano. Barcelonés. Tengo tres hijos que expuse a los estímulos inmunológicos de la naturaleza. Soy del equipo del Instituto de Investigación del Vall d'Hebron. ¿Dios? Quiero creer. En política soy moderado con inquietud social

Cuando yo era un chaval, los microbios se consideraban una plaga sin excepciones. El ideal era un mundo esterilizado. Hoy sabemos que no podemos vivir sin ellos. Necesitamos a las bacterias.

¿Por qué?
Nuestro intestino mide 10 metros y en dos horas hace las digestiones. Pero en el metro y medio final, el colon, las fibras vegetales permanecen hasta tres días. Ahora sabemos por qué no las defecábamos antes.


Todo tendrá su explicación evolutiva.
Imagínese la precaria dieta de nuestros antepasados: a menudo sólo comían de un solo vegetal durante semanas. ¿Cómo lograban suplir sus carencias alimenticias?


¿Cómo sobrevivimos comiendo mal?
Pues gracias a esos tres días en los que miles de bacterias -con 600.000 genes diversos- fermentaban las fibras vegetales cooperando con nuestro organismo -que sólo tiene 30.000- para darle todo tipo de nutrientes e inductores de nuestro sistema inmunitario.

¿El alimento también es medicina?
En esa bola de 700 gramos de bacterias, la microbiota -antes flora intestinal- nuestro cuerpo reconoce el mundo inmunológico.

Son los ojos de nuestra inmunidad.
Tenemos 30.000 folículos linfoides en el intestino que informan al sistema inmune. Allí linfocitos sin estrenar esperan a recibir esa información inmunológica para decidir si toleran o rechazan cada antígeno.


Una maravilla evolutiva.
Pero nosotros, al suprimir bacterias indeseables de enfermedades como la lepra o la tuberculosis, también hemos liquidado otras que necesitamos. Hemos perdido diversidad bacteriana y debemos recuperarla.


¿Qué precio pagamos por la pérdida?
En África, donde la eliminación bacteriana ha sido menos radical, siguen sufriendo enfermedades aquí extinguidas, pero se libran de otras que entre nosotros proliferan como el asma, alergias, síndrome de Crohn, esclerosis múltiple, diabetes tipo 1 o intolerancias alimentarias como la celiaca.


¿Qué tienen en común esas dolencias?
La falta de biodiversidad resta efectividad al sistema inmunológico y por eso en los celíacos, por ejemplo, identifica erróneamente al gluten como invasor. Recuerde que cada bacteria tiene 1000 genes, y nosotros 30.000. Su simplicidad les permite adaptarse con rapidez a nuestros bactericidas más potentes, incluso a las lejías, hasta volverse muy agresivas. Piense que la bacteria fue la primera forma de vida en el planeta.


Y será la última: nos sobrevivirán.
La microbiota, además de mejorar nuestra nutrición e inmunidad, genera productos hormonales que influyen en nuestro cerebro y nuestra conducta, por eso los ratones a los que al nacer quitamos sus bacterias intestinales sufren trastornos de comportamiento social y son hiperactivos.


¿Sin bacterias no hay inteligencia?
Hay déficits. La esterilidad no es deseable. Por eso a mis hijos les he evitado la suciedad, por supuesto, pero también les he expuesto a la biodiversidad microbiana de la naturaleza sin manías esterilizadoras. Sus sistemas inmunológicos deben aprender.


¡Hay que salir al campo y sin miedos!
El aparato digestivo es nuestro segundo cerebro, porque las bacterias intestinales modulan nuestras ideas y acciones. Lo explica bien la doctora Sardà en Las maravillas de la flora. Las culturas determinan dietas, pero también las dietas determinan culturas.


Dime qué comes y te diré qué piensas.
En el proyecto Metahit (Metagenomic of the Human Intestinal Track), que ahora publicará Nature, hemos analizado con sistemas de secuenciación masiva la genética de excrementos de 1267 asiáticos, europeos y africanos: es un catálogo de 10 millones de genes. Hemos descubierto que 300.000 son comunes a todas las poblaciones.


Veo que nos separan 9.700.000 genes.
En cada cultura las diferentes dietas van interactuando con sus propias bacterias para adaptarse a sus medios naturales.

¿Una dieta insana lo es para todos?
Sí, porque si dejamos de ingerir vegetales, y con ellos fibra, las bacterias pasan a "comerse" literalmente las paredes del intestino en un proceso de putrefacción que libera sulfhídrico. Un proceso maloliente, por cierto, y desagradable para todos.


¿Cómo evitarlo?
Yo doy a mis pacientes salvado de trigo y avena combinados. Fibra a mansalva. Otros probióticos eficaces, además de los consabidos yogures, son las olivas, vino, cerveza...

¿De cualquier tipo?
Siempre es mejor evitar las pasteurizaciones de los envasados y embotellados, porque liquidan bacterias saludables.

Mejor conservaciones tradicionales.
La industria del yogur, pese al coste de la cadena de frío y la tentación de los sin nevera, ha mantenido los lactobacilos, descubiertos por el Nobel Méchnikov, un discípulo de Pasteur que supo anticipar que también había buenas bacterias. Otros dos pioneros de la bacteriodiversidad, en 1919, fueron los barceloneses Noel Clarasó y sus yogures hoy multinacionales; y Josep Rosell y los probióticos de su instituto de Montreal

 
Bacterias para vivir
Evoco con el doctor Guarner los documentales de los 60 con astronautas que sólo comían pastillas en entornos esterilizados. Eran el evangelio de un mundo sano y feliz, libre ya de microbios malignos. Pero no hay nada más pasado que el futuro de la ciencia ficción. Hoy Guarner me descubre que la esterilidad total nos volvería lelos y que hay muchas bacterias saludables. La medicina no deja de sorprendernos: lo que ayer engordaba hoy parece adelgazar, y resulta que es menos deseable la pasteurización de los embotellados que cierta exposición a las bacterias saludables de las conservaciones tradicionales de cervezas, vinos, quesos y yogures. Y además están más ricos.

 

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